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Para mediados del próximo año, el Mark II y el Kuratas se enfrentarán. La idea es que el combate despierte el interés por esta actividad, que aspira a convertirse en un deporte.
“Ustedes crecieron anhelando que las batallas de robots gigantes que sucedían en la ciencia ficción fueran reales. Nosotros también. Ese sueño está a un año de distancia”.
Quien habla es Matt Oehrlein, uno de los tres ingenieros detrás de una compañía en Estados Unidos conocida como Megabots, cuyo fin es producir un robot gigante para, básicamente, pelear contra un rival digno de su tamaño. Su primer desarrollo es el Mark II, que pesa seis toneladas y llega a medir dos pisos de altura. Aunque es lento, logra disparar balas de plástico, pero no mucho más que eso.
Las palabras “rival digno” son casi un sinónimo de Kuratas, una creación de la empresa japonesa Suidobashi Heavy Industries: un robot de 4,5 toneladas de acero y carbono que alcanza una velocidad promedio de 10 kilómetros por hora y, entre otras cosas, puede disparar 6.000 proyectiles de plástico por minuto.
Hace unos meses, Oehrlein y compañía (los ingenieros Gui Cavalcanti y Brinkley Warren) desafiaron a Kuratas a una pelea. El desafío fue aceptado y el encuentro tendrá lugar en poco menos de un año. Aunque aún no hay fecha, lugar y reglas exactas para la competencia, lo que sí queda claro es que, más que combatir y ganar, lo que buscan el Mark II y el Kuratas es ser los pioneros en una especie de nuevo deporte: peleas de robots gigantes.
Los dos aparatos son productos que, sin ser baratos, no tienen mayor utilidad en el mundo real. Su tarea primordial es entretener. Esto lo tiene claro Oehrlein: “Creemos que puede haber un gran interés en enfrentamientos de robots, de la misma forma que lo hay para las carreras de Nascar. Ambas son empresas que requieren una enorme inversión en términos de dinero e ingeniería, en las dos hay riesgos bastante tangibles y creo que de esta combinación se deriva un atractivo que, esperamos, pueda convertirse en algo masivo”.
¿Delirio de grandeza? ¿Locura? ¿Pérdida de tiempo? Quizá todas juntas. Quizá no.
Hace algunos años pocos daban un centavo por los llamados e-sports (enfrentamientos de jugadores de videojuegos). Hoy estos llenan estadios, tienen seguidores en todo el mundo y, claro, son un negocio maravilloso para los estudios detrás de los juegos, pero también para los jugadores profesionales.
Al igual que las peleas de robots gigantes, las carreras de drones son aplicaciones de la tecnología que logran ser divertidas y emocionantes, lo suficiente para soñar con ser un deporte por derecho propio. Para mediados de este año, la Feria Estatal de California (EE.UU.) incluyó en su programa de actividades la primera carrera de drones. La emoción acá consiste en poder ver lo que el dron está viendo (al igual que el piloto) mediante una tecnología conocida como FPV, que permite transmitir la señal de una cámara de video en el vehículo directo a los espectadores: es como estar en la primera línea de la competencia, literalmente.
El combate entre el Mark II y Kuratas ya ha despertado un interés nada despreciable: 7.857 personas contribuyeron en Kickstarter a financiar con US$554.592 el rediseño y la optimización del robot estadounidense que, la verdad sea dicha, tiene mucho que mejorar si no quiere ser destrozado por su rival japonés (que incluye tecnologías como un avanzado mecanismo de búsqueda de blanco, su propio sistema operativo y la posibilidad de disparar cuando el piloto sonríe).
Además de la campaña en Kickstarter, que concluyó hace apenas 10 días, Megabots ha sumado el apoyo de varias empresas que quieren desde mejorar la velocidad del robot hasta dotarlo con una apariencia digna. El equipo de contribuidores incluye ingenieros de la NASA, contratistas de seguridad privados y un especialista en efectos especiales de películas como Star Wars.
El combate con seguridad será una especie de sueño de infancia hecho realidad, no sólo para las dos empresas sino que, tal vez, podría despertar el interés suficiente para financiar un deporte que, para muchos, puede ser más emocionante que ver carros dando vueltas durante horas.
CON INFORMACIÓN DE: EL ESPECTADOR – IMAGENES: MEGABOTS
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